Veo el cielo blanco de nubes, siento el frío cruel en mi cuerpo de niño, camino por paraguay hasta thames con sus largos plátanos de sueños de siesta, pienso en el rojo apagado del 55, en la entrada al colegio por el ancho pasillo hasta el patio blanco, el risueño "formar la fila", canto un himno a la Bandera, la bandera que es linda y no sabemos por que, subimos por las escaleras verdes, entramos al aula, siento el olor profundo de nuestras carne nueva, del grafito de los lapices, de los alfajores terrabusi. Jugamos a aprender cosas que no entendemos, reglas con números que juegan solos sin explicarnos el juego, héroes patrios que hacen banderas y nos hacen libres porque son buenos y porque si, para que estemos en este aula y todo funcione, y haya un país al que tenemos que querer.
Miro por la ventana y pienso en Ana que no vino, pienso en sus anchas cejas negras, en su sonrisa tan grande que me dan ganas de reír, sueño con besarla en la boca, siento como un río caudaloso de agua bien fría nos inunda la boca y nos lleva a un futuro lejanísimo, que no puedo imaginar más alla de su bello rostro tan español, escucho el timbre, el glorioso recreo, siento en el paladar la increiblemente suave textura de un alfajor de maicena triple, con un dulce de leche viejo pero rico, como mi abuelo contando viejas historias de mafiosos de avellaneda, hombres con trajes grises y galeras negras, con unos viejos bughatti que veo negros pero son profundamente azules, el inexplicable romance infantil con la gaseosa, la sprite como una hermosa mujer madura, la prohibida coca como la adolescente siempre feliz, y despues, compro los stani de naranja para comer durante la clase, sin hacer ruido, porque no se puede comer en clase.
El último timbre, la salida ruidosa por el ancho pasillo, mamá o la abuela esperándome en la puerta, el tío Carlos los viernes, con sus alfajores havanna, con su kilo de galletitas opera sueltas, correr por thames hasta paraguay, veo el sol poniéndose a lo lejos en las vías del tren despues de godoy cruz, paso por el kiosco de Aída, el tiempo se va, pienso en la merienda, en la tarea de historia que quiero hacer y en la de matemática que no, pienso en el cafe con leche, en la larga llamada por teléfono a Luciano para no aburrirnos antes de irnos a dormir.
El tiempo se va.
Aquella lejana tierra que no existe
El tiempo se va
aunque aquel niño que está muerto aún esté aqui todavía, en mi sangre.