viernes, julio 28, 2006

No se puede bailar en las veredas

Ayer mientras esperaba la luz verde al borde de la vereda, en la esquina de Av. Alvear y Callao, mientras cantaba me movía levemente con unas pequeñas oscilaciones. Sin mirar a los autos que circulaban por Callao. Increíblemente dos tacheros que venían a gran velocidad y pretendian doblar como en Mónaco por Alvear me tocaron un bocinazo porque creían que yo estaba por saltar al asfalto y mandarme una corrida hacia la otra vereda. Dejen de escuchar radio 10, por un lado, y por el otro, dejen de andar por las calles de Buenos Aires como si fuera el circuito de Imola.

miércoles, julio 12, 2006

Los diamantes no brillan, Syd

Pensaba cuanto de pobre, de mersa, de decadente hay en el éxito. Digo en el éxito masivo, en el éxito comercial.
Pensaba en Syd Barret. Todos dirán: las drogas le reventaron el cerebro. Pudo, "pudo" haber sido un "exitoso" pink floyd más. Como Waters o Gilmour. Pero no ...
Estaba loco. Si, claro. Todos sabemos. Los grandes genios casi siempre son locos. Si, uno de nuestros lugares comunes predilectos.
Y sin embargo sigo pensando. Y si no quiso? Y si de verdad, como tantos otros artistas anónimos, prefiero el encierro, el crear por crear, el desinteres por el mundo y sus luces, y sus aplausos y sus contratos y sus falsedades?
Ser famoso. Que todo el mundo te conozca. Que haya publicaciones, libros, analizando tu obra. Que tengas un prestigio ...
Y los syd barrets ... los syd barrets son locos, entonces todo eso no les interesa.
Y al fin, pienso, cuanto de interesante hay en ser loco, en despreciar todo eso con lo que los hombres llenan una vida vacía.
Y Syd ahí, encerrado en su zótano, escribiendo, pintando, componiendo, viviendo para su arte, por su arte, en su arte. Sin mundo. El mundo es de los otros.
Te entiendo Syd. Es mejor no ser como Waters o Gilmour, no tener yates ni prestigio, no tener un "nombre".
Viviste tu vida, Syd. Una vida que era, como corresponde, nada. Encierro, solo arte, nada. Vivir.

A mi se me hace cuento que murió Syd Barret. Lo juzgo tan eterno en su zótano como el agua y el aire.